Soy un ciber-adicto amateur

Columna de esta semana,
publicada en ElClavo.com


Debo confesar que hace poco me di cuenta de mi adicción. Todo comenzó cuando decidí dedicarme a escribir. Desde ese momento, vivo prácticamente sentado frente a mi laptop —es vital manejar el bilingüismo en este ciber-mundo—, conectado permanentemente con mis fuentes de la web. Como parte de mi desintoxicación, argumento que el mayor interés que tengo en la escritura y el periodismo está en el trabajo de campo. Sin embargo, es inevitable la visita a San Google.

Mi problema se intensificó cuando decidí entrar en la era BB (BlackBerry). Ahí sí, me volví presa fácil de los emoticones, el PIN —quiero decir el BB PIN—, los e-mail y hasta los juegos en red. Mejor dicho, estaba alunizando en un terreno fértil para perder el tiempo. A pesar de que todos mis contactos tenían respuesta inmediata de sus mensajes, yo estaba cada vez más lejos de ellos. Llegué incluso a tener problemas con mi novia, porque había desarrollado la facultad de charlar con ella mientras ‘chatiaba’ con otro. Para mí era una virtud y no un defecto, ¡podía hacer dos cosas al tiempo! Pero, cuando ella prefirió enviarme un emotibeso, en vez de dármelo, supe que debía ir a Ciber-Adictos Anónimos.

Durante las sesiones de mesa redonda con los otros CAA, el diagnostico fue alentador: éramos ciber-adictos amateur. Eso quería decir que todavía deseamos el contacto físico. Y era obvio, ninguno lograba imaginar vivir una relación con su novia a través de una pantalla. Nada como el contacto físico. Nada como una conversación frente a frente. Nada más emocionante que oler y sentir.

Sin embargo, estando en este centro de rehabilitación, supe que existen engendros que evitan a toda costa cualquier contacto físico. Estos chinos son conocidos como Hikikimoris. Unos extraterrestres ojirasgados que se están multiplicando con cada nueva versión del Windows, que se relacionan gracias a las genialidades de Mark Zuckerberg (creador del Facebook) y las destrezas de Steve Jobs con su i-Pad. Como terapias de choque, nos hicieron ver videos donde dramatizaban la vida de aquellos amantes de la tecnología y la noche.

Son chinos entre los 15 y 25 años, que representan claramente cómo funciona un parásito. Resulta que debido a su afición por la red, dejan de salir a la calle y de ir a cualquier lugar más allá de su habitación —con baño—. En el día duermen, para evitar contacto con su abuela, madre soltera o padre ejecutivo. Y en la noche se levantan para tener su rutina. A eso de las 10:00 pm abren los ojos, hora ideal para evitar contacto con algún familiar. Luego de desayunar un sándwich saludable y lavar meticulosamente sus dientes —evaden ir al médico u odontólogo—, entran en la red. A eso de la media noche tienen su contacto sexual de rutina, luego se van de farra a dar bala en algún valle de un video juego. Entrada la madrugada almuerzan e ingresan a foros para saber qué hay de nuevo en la red. Finalmente, si la cuerda les alcanza o el día lo amerita, rematan con otro encuentro sexual, justo antes de que salga el sol.

Hoy tengo que agradecer a mi terapeuta, pues como tratamiento debo procurar mucho contacto físico… Espero no sea un nuevo problema con mi novia.

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