De música ligera... y reencauchada

Últimamente me he dado cuenta que en la música pasa lo mismo que en la religión y la política, nadie puede discutir sin levantar ronchas. Es muy bravo hacerlo cuando uno es verde y el otro naranja, o cuando alguno es hincha del Divino Niño y otro del Gordito Buda.

Sin embargo, de mis problemas con la religión y la política he salido bien librado, porque mi ignorancia en estas materias ha hecho que la otra persona se sienta bien. Por ejemplo, al hablar de Jesús, siempre pregunto ¿cómo es que saben tanto de él? ¿Dónde puedo encontrar la receta para convertir el agua en vino? En cuanto a la política, las discusiones son más cortas, porque cuando pregunto por el pasado de algún político, la memoria falla y rápidamente pasamos a hablar de temas menos banales.

Ahora bien, en las discusiones sobre música mi suerte ha sido otra. Resulta que desde niño soy sordo. Aclaro, no es que carezca de este sentido, sino que para la música lo tengo negado. Recuerdo que comencé escuchando jazz, debido a mi afición por aprender saxofón, pero el precio del instrumento me llevó a los encantos de las baladas y el rock, que eran más fáciles de interpretar en una guitarra —de la cual sólo aprendí dos acordes—. Fue así como continué mi búsqueda en la prosa ecológica de Maná, el ensordecedor bullicio de los Rolling Stones, las verdes notas de Fito Páez, las enredadas poesías de Luis Alberto Spineta y los cueros de Héctor Lavoe, Rubén Blades, Tito Puente y Los Hermanos Lebrón.

Actualmente, estoy en la era de los ritmos de nuevas bandas, con tan buenos resultados que me he vuelto fanático de varias y manager de una de ellas: Pico y Placa (por favor no les cuenten mis problemas de oído, porque seguro me echan). Volviendo al tema de las discusiones musicales, hace poco me atreví a sostener una con melómanos salseros —de los que todavía escuchan LPs—, defendiendo las mezclas de géneros. Pues, creo que la música, como todas las artes, se pueden reinventar.

Ésta discusión la viví el fin de semana pasado cuando invité a estos salseros a la grabación de videoclip de la versión rock de “La Temperatura”. Un clásico de Los Hermanos Lebrón, que la banda caleña Pico y Placa interpreta como homenaje a estos dinosaurios de la salsa. Varios de ellos se alarmaron al oír esta amalgama de géneros de raíces negras, argumentando que era un sacrilegio. Sin embargo, contraataqué al contarles que el mismísimo José Lebrón —compositor de la canción— la catalogó como encantadora, al punto de considerarla mejor que la interpretada por ellos. Todavía tengo mis dudas si esa afirmación la hizo por cortesía con los pelaos, cuando se la presentamos, o porque no ha dejado de tener el tino para el rock, uno de sus géneros favoritos.

La verdad, no sé si logré convencerlos, lo que sí puedo afirmar es que soy un defensor de éstos despropósitos, pues considero que al hacer covers, respetando la letra y estructura de la canción, se logra llevar la música a nuevas dimensiones, donde los sordos escuchamos mejor.

Bonus Track: Como manager responsable, y para que ustedes se instruyan de mi sordera, aquí les dejo el link de esta versión rock de “La Temperatura”.

3 comentarios:

Delfina Alzate dijo...

La musica es como el universo, infinita y es de todos, me encantan las fusiones, y pienso que cuando ahi un "reencauche" como se le llama coloquialmente es una forma de rendir tributo al artista en cuestión, como un ejemplo a seguir, mis respetos por la salsa y los Hermanos lebrón, pero de verdad me gustó el cover de pico y placa, pregunta? son de Cali??? suenan bien el toquesito de reggae-ska, chevere,un saludito!

Cristhian Carvajal dijo...

Hole Superxonik
Te cuento que la banda sí es caleña. Este sábado nos presentamos en Pizza al Paso de Ciudad Jardín, si puedes pásate por allá. Te esperamos.
Gracias por tu palabras y están muy bacanos tus blogs.
Un abrazo.

Delfina Alzate dijo...

:( me lo perdí... Gracias Pepito a mi me encanta pasar de visita por aquí, un abrazo too:)