Al hermano.
II
Todo está ahí, a luz dEL que no ve
Doña Paulina está en la galería escudriñando como siempre, entre los bultos de las frutas, con el fin de encontrar las que estén en mejor estado. No soporta a los verduleros que pretenden engañarla con frutas podridas o verduras quemadas por el frío. Nunca ha dejado que nadie le haga el mercado y mucho menos que le colaboren con la preparación de la comida, su mayor especialidad.A pesar de sus fuertes dolencias en los músculos, que sus hijos creen invento por su constante queja, la anciana es capaz de cargar con siete bolsas bien pesadas, desde la galería hasta la casa de la familia Velásquez. Simplemente, se encomienda a la Santísima virgen María, besa su escapulario, revisa que la llave esté en el bolsillo, agarra las bolsas y camina sin mirar, ni saluda a nadie.
Las calles están desoladas, tan sólo aparecen por ahí unos cuantos deportistas madrugadores, que observan con extrañeza la actitud de aquella anciana de seño fruncido y paso rápido. Tras caminar las siete cuadras, se detiene, sorprendida y agitada, ante una imagen inusual en la casa de los Velásquez. La nieta, y el resto de la familia, la esperan en la entrada. Doña Paulina no es de emocionarse con los detalles cariñosos e inesperados, pero este acto la alcanzó a contentar un poco. Era como si por primera vez su presencia, en muchos años, cobrara importancia para ellos. Sin embargo, su nieta, de quien no recuerda su nombre, pero que siempre le dice María (nombre bíblico preferido), se acerca a ella con el teléfono inalámbrico en las manos y una cara de melancolía no muy acorde con lo que imaginaba la vieja.
Desde que Jacobo estrechó la mano de Mariana
[1], sabía que había llegado la mujer perfecta para darle sentido a su rutina. Una diosa llena de complicaciones, ternuras e indecisiones, que formaban parte de esas extrañas cualidades que lo alentaban para querer conocerla más y más. Nunca le importó las contradicciones que se presentaban día tras día, incrementando el amor, que siempre aseguró haber sentido, incluso antes que se cruzara en su camino.La idealización de las personas que ama, es otra característica que ha llevado consigo este enamorado de la escritura, el romanticismo y el dolor. Ahora, como era de esperarse, la manera como se acercó a Mariana fue a través de uno de los muchos escritos que le había dedicado en silencio cada noche. Escribía como un enfermo poemas, cuentos y hasta novelas fantásticas que algún día piensa publicar.
De todo este proceso de escritura, quedaron 21 cuadernos completamente llenos y dos años cansados de perseguir entre sombras una sonrisa, una caricia o un simple hola, suficientes para enrojecerle hasta el tuétano. No obstante, aquel 12 de Mayo, que sin duda nunca olvidará. Mariana muy decidida, lo abordó en un pasillo de la universidad, para hacerle frente a los rumores sobre el supuesto encanto que él sentía por ella. Un inicio perfecto, de un amor sin recesos, que vendría a durar seis años.
“Tal vez el cielo no sea tan oscuro. Tal vez si subimos más allá no habrá
luz. Tal vez sea yo el que lo quiera ver así, con el negro más hermoso. O quizá
sea mi estupidez la que llene de melancolía este cuaderno que tú me
regalaste”.
Son las únicas palabras que ha escrito Jacobo en tres horas que lleva de vuelo. No ha dejado de leerlas y re-leerlas, como si estuviera buscando algún soneto en ellas. Después de otros 15 minutos sin levantar la mirada del cuaderno, sale una lágrima de su ojo izquierdo, cayendo lentamente sobre el papel. Arranca la hoja con rabia, la arruga con fuerza hasta dejarla del tamaño perfecto para comérsela y se la come.
Mientras mastica el dolor de la soledad, piensa en lo difícil que fue tomar la decisión de irse hacia Argentina, no porque lo aterrara algo de ese país, sino porque era la primera vez que el despecho y la tristeza se había apoderado de su vida, al punto de convertirlo en el títere favorito de este capítulo en la obra de su vida.
Luna lleva veinte minutos correteando los alrededores del parque, sin permitir que su amita la atrape. El juego del gato y el ratón, aunque en este caso con papeles cruzados, es la manera cómo Maria Camilita se entretiene para que el tiempo de espera se le haga más corto.
- Papi, Luna no se deja coger y ya es hora que yo sea el ratón. Dice María Camila a Samuel, mientras toma aire para seguir en su juego.
- Mi amor, no la hagas correr más, porque se va a ensuciar y en el concurso no le gustan las gatitas sucias.
- Bueno papi, yo me voy hacer la que no quiero jugar con ella y así vendrá aburrida a pedirme disculpas por hacerme trampa.
Samuel sonríe con mucha ternura, mientras Maria Camila de espalda al los puestos de comidas, donde se encuentra Luna, se hace la enojada, cruza los brazo muy seria, puja fuerte y alza la mano derecha.
- Ya. Grita la niña.
Luna inmediatamente corre en la dirección donde está ella y salta fuertemente hasta tocar con su hocico la manito de María Camila, para así sobrepasarla. Maria Camila cambia el rostro de enojo por una deslumbrarte sonrisa y agarra su mascota a besos.
En ese momento, faltando sólo unos pocos minutos para el concurso, en el parque hay alrededor de 200 personas. Este evento desde que se inauguró, se ha caracterizado por convocar mucho público, además del que normalmente visita el parque los domingos. Las mascotas domésticas también son bastantes. Hay desde perros muy elegantes, hasta pequeños monstruotes que carecen de total gracia. Y, como suponía la niña, el felino más hermoso es el de ella. Luna, aunque un poco despeinada y algo sucia, es la gata con más pedigrí del lugar, que seguramente volverá a ganar el concurso.
Maria Camila, con su traje imaginario de guerrera, viste con la armadura de oro a su Lunita y se dirige hacia el campo de batalla. El sol ahora está más candente que cuando llegaron. Luna observa con intriga a sus rivales, luego levanta su pecho y cola, caminando como si flotara, para que las demás sientan su poderío.
La competencia inicia y el turno que le corresponde a María Camila y Luna es el primero en la tanda de los gatos. Mientras todos los perros hacen las pruebas y son premiados, Maria Camila consiente a Luna, le peina la melena y le habla muy cerca de la oreja, dándole ánimos y estrategias para vencer.
- Luna, no dejes que eso gatos feos te vayan a ganar. Tú eres la más hermosa guerrera que ha pisado este planeta. Relájate un poco, porque ahora vienen los obstáculos que tendremos que sobrepasar y no podemos fallar en ninguno.
El turno de Luna ha llegado. Maria Camila corre con ella por la pista de obstáculos, siguiendo el ejemplo de los otros dueños de mascotas. Hace señales para que Luna se meta por un tubo, salte unas cuerdas, brinque por un aro, corra en zigzag por unos conos y llegue a la plataforma, en donde debe hacer un truco que impresione el jurado. Ya en la plataforma, María Camila voltea su cuerpito, levanta la manita y emite la orden para que Luna brinque por encima de ella. Con poco impulso, la gata pasa por encima de la niña hasta llegar al suelo, en un salto perfecto que se roba el aplauso del público. Sin embargo, cuando María Camila, se acercar donde su guerrera lunar, ella cree estar todavía en el concurso y corre para evitar que la niña no la aprehenda, con tan mala fortuna que durante la huída, quien sí la “coge” es un ciclista distraído, que pasa las dos llantas de la bicicleta por el cuerpo blanco del peluche favorito de Maria Camila.
[1] ¿Qué quién es? Pues nadie más y nadie menos que la mujer de grandes ojos (grises), expresiones delicadas, hermosa sonrisa, pequeña estatura, cabellera liza y ondulada en las puntas, refrescante aroma, ¿escribí refrescante?... No, nada de refrescante, el aroma es maravillosa, perfecta e inolvidable. Un olor único y encantador, que siendo invisible, no abandona el carro de Jacobo en toda la noche. Mariana, una estudiante de filosofía, que le encanta caminar, tanto como Kafka, David Lynch y Calamaro, se caracteriza por una frialdad tajante muy bien enmascarada en sus tiernos gestos.