Trece

3:00a.m.
El melodrama cuenta lo mismo y con los mismos.
Sin embargo, el melodrama sigue y seguirá iluminando
las salas del cine porque idealiza lo que todos queremos

(Una buena canción para vos, silencio que no deja escuchar el tecleo de Pepito Metralla)

Nadie sabe que hay en tu corazón,
eso es imposible saberlo amor.
Yo soy ese monstruo sin compasión,
pero también sé pedirte perdón.
Nadie sabe que hay en tu corazón,
eso es imposible saberlo amor.
Pero no me importa si estoy con vos.
Nadie sabe que hay en tu corazón.
Todo al trece y al millón, doy gracias por haberme entregado la vida.
Todo el tiempo apuesto amor.
Mala suerte, buena suerte vive solo hasta la muerte y es urgente que te encuentre.
Gracias por el beso que me hizo bien,
Y por aguantarte mi boludés
Gracias por tu risa que alumbra el sol
Gracias por amarme de corazón
Antes que me vaya a la oscuridad
Para siempre a la oscuridad
Yo voy besarnos con emoción, para no estar solo jamás amor.
Nadie sabe que hay en tu corazón.
Por Fito Páez

Adiós Mayolo. ¡Ah, dios que fuiste!


Hace seis meses (aproximadamente) viajé a Bogotá para hacer algunas de las labores periodísticas que realizo para EL CLAVO. En aquel entonces me enteré de la muerte de Jaime Osorio, un reconocido cineasta colombiano, que ‘escribió’ parte de la historia que se está formando del cine hecho por colombianos. En ese entonces me sorprendió mucho que el día de mi partida, fuera el mismo día del velorio de este cineasta. Aquella noche, lo que sería una celebración antes de mi regreso, se convertiría en un desfile de invitados cabizbajos. Todos venían de negro. Todos sentían tristeza. Todos sufrían por la muerte.

Irónicamente, o sorprendentemente. El sábado pasado (03-02-2007) cuando venía de la capital para mi natal Cali, me enteré en el último momento, que Carlos Mayolo se había muerto. No podía creer que de nuevo coincidiera mi partida, con la muerte de otro cineasta que, aunque para muchos estaba muerto hace rato, para otros era un gran maestro. Un escritor y director que -con mucho olfato- dejó un gran legado en la historia del cine en nuestro país.

Mayolo, loco, sórdido y genial. Caleño que enmarcó la ciudad en sus películas. Que en la televisión dejó huella. Y, que hoy no está.

No sé que es más triste, si la muerte que me tomó por sorpresa, o el suicidio lento -quizá nunca conciente- al que se había encaminado hace ya varios meses.

La noche del sábado estuve a media cuadra del velorio de Mayolo. No entré. No me acerqué. No tenía porque hacerlo. Mi fobia a los velorios y entierros –o el respeto-, no me permitió ver por última vez la cara, del hoy transformado, Mayolo. Simplemente pasé por ahí. Pasé en medio de los curiosos, dolientes, desconocidos, amigos y bulto de humanos. Pasé con la sensación que de nuevo la muerte se llevaba los cineastas a mi paso por la capital. Pasé dando un adiós desde lejos, para volver sorprendido de esta mala casualidad.