Adiós. Hasta pronto. Luego nos vemos

Al primo
I
El sabor dulce se vuelve amargo al masticarlo

Son las 11 de la noche y desde la ventana del avión, se observa perfectamente el enorme flujo vehicular de la carretera, que conduce de Cali hacia el aeropuerto en las afueras de la ciudad. Desde el aire, las luces de los carros dan la sensación de estar viendo uno de esos circuitos navideños con los que decoran las casas en el mes de diciembre. La imagen entretiene a Jacobo[1] que no deja de mirar con asombro lo corto del recorrido entre la ciudad y el aeropuerto, y lo eterno que se le hizo el día de hoy aquel trayecto en bus.
Normalmente cuando viaja no se fija en esta carretera, ni en nada a su alrededor, sólo escribe unas palabras en el diario, lo guarda en la mochila y cierra los ojos para intentar dormir durante el vuelo. Pero hoy, su mirada absorta vaga entre la carretera, que ya casi no se ve, y el cuaderno de Winnie Pooh que lleva en sus manos, al cual se aferra con fuerza como si fuese el paracaídas que lo protegerá en caso de precipitarse el avión.
La sensibilidad ha caracterizado el comportamiento en la vida de este escritor. De niño sorprendió a sus padres cuando, celebrando el cumpleaños numero siete, rompió en llanto al ver un regalo que le dio la tía Marlene. Este regalo era un pequeño peluche, el cual al oprimirle un botón en el pecho, recitaba una oración muy tradicional que le enseñan a los niños antes de dormir. Los padres no entendían el porqué del llanto de Jacobo, quien después de una hora logró explicarles entre sollozos lo que sucedía. La explicación fue aún más desconcertante: “Papi, Mami, es que… ese muñeco es muy tierno” y volvió a llorar, ahora con la compañía de su madre, que no logró ocultar la emoción ante semejante confesión.
Sin embargo, esta noche y en este momento de su vida, la sensibilidad es un arma de autodestrucción que perturba su existencia.


El amanecer en la zona andina de Colombia, tiene uno de los climas más deliciosos y confortables para dormir. Disfrutar bajo las cobijas de un lento despertar a bajas temperaturas, es el estado ideal de todo buen haragán que desee permanecer en la cama más tiempo de lo normal.
En la casa de la familia Velásquez, una sencilla morada situada en las afueras al norte de Bogotá, domingo que se respete, nadie está despierto hasta después de las 10:00 a.m. Pero hoy, un domingo lluvioso a las 6:30 a.m., todos los integrantes de la familia están levantados. La causa de tan extraordinaria situación, es la visita de la abuela Doña Paulina[2]. Una inaguantable anciana que disimuladamente ha despertando a cada integrante de la familia, entrando en las habitaciones, con la excusa de hacer aseo, cuando la verdad, está solamente haciendo algarabía. Ella no soporta estar en la cama por más de cuatro horas y cree que sí se levanta, los demás también lo tienen que hacer.
Las habituales quejas de Doña Paulina con sus dolencias y la bulla del televisor, -que sagradamente- enciende al levantarse, perturban la calma del barrio. Todos en la casa, aunque están molestos, saben que este será el último domingo, por lo menos de este semestre, que la tendrán a su lado. Por fortuna, la vieja no permanece más de un mes en Bogotá, a causa de su problema con el corazón que la altura incrementa. Hoy en la noche regresará por avión, a su natal Cali.


En una tarde asolianda, con el calor más insoportable, María Camila[3] y su padre, se dirigen hacia el concurso más reconocido de mascotas que se realiza cada año en la ciudad. Van por la calle quinta hacia el parque Sanantonio, un lugar muy tradicional de Cali, en donde se llevará a cabo dicho evento. Éste consiste en una serie de pruebas que deberán sobrepasar los animales (perro y gatos), en donde premian su “alcurnia” y destreza para zafarse de los trucos que exigen.
Luna, la gata albina de María Camila, es la tercera vez que participa en el certamen, con tan buena suerte que se ha llevado el primer puesto siempre. Para la niña esta gata es su mejor amiga, hermana, guerrera, juguete, acompañante, peluche y cualquier personaje que la fantasía le permita convertir. Eso si, permanece el mayor tiempo posible con ella, al punto que prefiere la compañía felina, por encima de la de sus amiguitas del colegio.
En realidad lo del concurso es lo que menos le importa a María Camila, para ella este es el juego favorito, en el que deja volar su imaginación, en donde debe llevar de planeta en planeta a la diosa que salvará el mundo. Esa diosa del planeta blanco, que sí logra la misión, será coronada por tercera vez, debido a su gran labor.
María Camila y su padre han llegado al parque, un tanto vacío para la hora, pues faltan sólo cuarenta minutos para que comience el concurso. María Camila, Luna y Samuel (el padre de la niña) se sientan en una pequeña banca a esperar que trascurra el tiempo para volverse a llevar la corona de la mejor gata de la ciudad. Cerca de ellos hay varios puestos de comidas rápidas, dulcerías y heladerías, que roban la atención de la niña.
-Papi, yo pienso que ya puedo comer helado. Ya estoy bien. Dice María Camila.
-¿Seguro hija? Acuérdate que hasta hace poco tenías gripa.
-Nooo, yo soy fuerte, además si me enfermo Luna me da de ese remedio que me deja otra vez bien.
- Bueno hija, yo te compro ese helado. Pero, no le contamos a mamá. ¿Vale?
María Camila hace una seña con sus manitos como si estuviera cerrando un candadito imaginario en su boca y guiñe el ojo al papá.
-Vale
Samuel le entrega la gata y va al puesto de helados que está a unos tres metros de la banca, mientras ella espera sentadita acariciando su pequeña Luna llena.

[1] Joven alto, trigueño, de rasgos autóctonos, ojos grandes, cabello largo y una sonrisa muy atractiva. Tiene entre 23 y 27 años. Trabaja para una revista en donde realiza crónicas de viajes en lugares inhóspitos y ecológicos. Ama la tranquilidad de su casa y escribir en su diario, que es un cuaderno de Winnie Pooh, todo lo que hace. Su nobleza es absurda –y digo absurda, porque… ¡no puede existir alguien tan bonachón… eso es absurdo! – al igual que su amor por Mariana.

[2] Anciana cascarrabias de unos setenta y tantos años. Desde hace más de 45 años quedó viuda y con cinco hijos a cuestas, que terminó de criar con mucho empuje. Tiene una voz de mando muy imponente, que la ha caracterizado como la General en su familia. De piel muy trigueña, cabello bastante ondulado e irónicamente no soporta las personas negras, ni la ropa oscura. Ama los portarretratos, tener el televisor prendido todo el día, las imágenes católicas y todo tipo de muñequitos de santos (gusto que heredó de su madre, quien era muy creyente).

[3] Bella, dulce y tierna. Así es María Camila. Una hermosa niña de 7 años. Con ojos negros azabaches, cejas abundantes, pestañas largas y crespas. De tez blanca, muy blanca. Tan blanca y pura como la nieve, la cual siempre ha deseado tocar, pues imagina que son las lágrimas cristalizadas de Dios cuando llora de rabia. Ama las nubes, a las que considera el molde de todo lo que está por venir y sirve como suelo para Dios. En el colegio es la mejor de su grado y con todos lleva buena amistad, aunque le molesta un poco compartir de su lonchera, porque no lo que no le cabe en su estomaguito, siempre se lo quiere llevar a su fiel amiga Colombia: una gata de ojos grises que vive y duerme con ella.

10 comentarios:

Liliana dijo...

Esto sigue, no? sí, tiene que seguir... Hmm, no sé por qué me parece que identifico a los modelos de dos de tus personajes.
Bien Cristhian. Tengo ganas de saber qué más pasa.

Cristhian Carvajal dijo...

Lili, claro que sigue...vienen dos capítulos más, que espero cumpla con las expectativas de la historia.

Mis personajes -normalmente- tienen mucho de las personas que me rodean, mezclado con algo de mí.

Gracias por tu comentario.

Un abrazo.

Héctor Fernando dijo...

Un comienzo agradable; para una historia que espero no equivocarme durará más de dos entradas más en el blog (no se específicamente que expresa con 2 capítulos más). Por alguna razón este inicio la asocio a un "trailer" de una história tipo "amores perros", pero al imaginario letrerito "comming soon" le falta una fecha definida; eso ayudaría a aquellos que desean seguir la historia.

azulquitapenas dijo...

Tiene el asombro de los buenos preámbulos, espero las siguientes entregas a ver cómo le va a la bella Luna en el concurso y a Jacobo con sus escritos, lo que sí creo que vas a tener que hacer es un nuevo pie de página para contar de dónde parte lo de los pies de página. Cuando te inspira alguien y lo sigues, hay que darle su crédito. Un abrazo
Adri

Daniel dijo...

Una dedicatoria brava cuando se mezcla con Tangos.

Bueno, espero...siempre.

Mi favorito, JAcobo. De una.

Anónimo dijo...

¿Y esta historia cuándo sigue?

Buen preámbulo, buenos personajes, final expectante.

Un besoabrazo,

Anónimo dijo...

Buen escrito. Esperaré el desenlace y la forma en que las vidas de estos personajes se unen. Sacále más jugo a las descripciones, especialmente al comienzo de tus escritos.
Ed. Materón

Anónimo dijo...

Que buen inicio, que buenos personajes, que buena historia (hasta ahora), tocara esperar el resto para ratificar lo dicho o si por el contrario se cae (espero que no).
Muy bien querido hijo, sigue como vas y por donde vas.
Me gustó, me gustó y me gustó.

Juan Lorza dijo...

a mi me engancho un resto, uno no se da eucnta, se acaba la entrega y quiere saber más!!!

Anónimo dijo...

ES FASCINANTE Y ENCANTADOR LEER LO QUE ESCRIBES, GRACIAS POR COMPARTIR UN POQUITO DE TU MUNDO CONMIGO. BESOS. CHAVITA!!!