"Prohibido prohibir"

Columna de opinión

Esta frase, muy famosa por ser una de las primeras ‘pintas’ que algún joven estudioso francés plasmó durante las revueltas de mayo del 68, vino a mi cabeza este fin de semana cuando mi novia contó que a un compañero de trabajo lo habían multado por estar tomándose una cerveza en el andén del restaurante donde trabajan. Confieso que inicialmente me pareció lógico que el gerente, dentro de sus reglas, haya optado por la recriminación económica para los trabajadores que beben en horas laborales. Sin embargo, cuando supe que la multa era de $900.000 y que el usurero encargado de asignarla no era el gerente, sino un par de policías metropolitanos, quedé estupefacto.

¡Increíble! Es la primera vez que sé de un pobre infractor del Decreto 0352 de junio 26 del 2007. Una de las leyes más absurdas que existe en Cali, la cual prohíbe consumir bebidas alcohólicas en sitios públicos, tal como el andén donde ‘partieron’ a este pobre mesero. Si bien la ley fue creada con las mejores intenciones para disminuir los altos índices de accidentes causados por conductores ebrios, que muchas veces se emborrachan en los establecimientos certificados para la venta de licor, creo que es un despropósito no sólo con los estudiantes desplatados que si acaso alcanzan para reunir lo de una cerveza en un estanco, sino con los tristes policías que a falta de no poder cumplir con mantener la seguridad en la ciudad, ahora les toca vigilar andenes, tiendas, antejardines, parques y calles para ver si cachan a un bebedor.

¡No es justo que la Policía tenga tanto trabajo! Imagínense cómo deben de llegar estos pobres hombre a la casa. Ya me parece escuchar sus quejas al llegar a la casa: “¡Mija, hoy fue un turno agotador! Usted viera, me tocó patrullar toda la noche y tuve que ir de emergencia al restaurante del sector para luchar por mi porción de alitas con gaseosa. Luego corrimos con las armas desenfundadas para atrapar el RedBull que el barman de la discoteca no quería soltar. Y para rematar un pobre desgraciado le dio por infringir la ley bebiendo toneladas de licor en el mismo andén donde los jíbaros trabajan tranquilamente. ¡Qué trabajo tan duro!”.

Y claro que lo es, pues además de todos esos arduos recorridos nocturnos, ellos deben estar pendientes de otras leyes inviolables como el Decreto de toque de queda para los menores de 18 años que no pueden estar en la calle después de las 11:00 pm, sumado con el Decreto que prohíbe la venta de mascotas en la calle. Mejor dicho, “la calle está prohibida”, como diría mi abuela, claro que ella se refiere a la inseguridad. La misma que se busca disminuir con estos decretos que poco aportan a la educación de los pobres universitarios a quienes les toca beber en las calles, los niños que quieren entran a bares y discotecas con contraseñas falsas y la gente que se rebusca vendiendo pinchers enrazados con pitbull.

Por mi parte doy el voto a favor de la educación de los policías para que sigan partiendo cuanta torta, alitas, RedBull, gaseosa y una que otra botella que se luchan todas las noches.

En cuanto a la notoria habilidad que tiene los dirigentes y concejales caleños para crear súper leyes, les pido el favor encarecido que publiquen la clave a ver si algún día se pueden aprobar leyes —tal vez para ellos un tanto banales— como la de Cadena Perpetua para los violadores de los niños. ¿O será que es más fácil imponer multas para incrementar las arcas del Estado —si es que alguien es tan osado de pagarlas—, que hacer una inversión en nuestro sistema carcelario?



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